A través de la Resolución Nº 109/18, la Defensoria del Pueblo resolvió declarar de Interés Institucional la “Jornada Académica “ a Cien años de la Reforma Universitaria 1918-2018” organizada por la Universidad Nacional de Formosa, Secretaria de Extensión Universitaria y Asuntos Estudiantiles y el Centro de Estudiantes de la Facultad de Humanidades “Línea Azul” que se llevara a cabo en el día de la fecha en la Biblioteca Central de la UNAF.
El Ombudsman Provincial, José Leonardo Gialluca, propicio la asistencia y participación de la Comunidad Educativa y de toda la sociedad a estas Jornadas Académicas, recordando que mientras transcurría el primer Gobierno de Hipólito Yrigoyen, estudiantes universitarios de la Provincia de Córdoba, protestaron contra lo que consideraban practicas autoritarias y dogmáticas de quienes dirigían la Universidad y todos esos sucesos fueron conocidos como la “Reforma Universitaria de 1918”. Por eso decimos que la universidad argentina comienza en Córdoba en 1621 con la creación de una institución colonial dirigida por la Compañía de Jesús. Continúa con la creación de la Universidad de Buenos Aires en 1821 y en 1905 con la Universidad Nacional de La Plata. Al momento de la Reforma, solo estas tres instituciones existían en nuestro país. La Reforma Universitaria fue un acontecimiento de gran importancia en la historia de Argentina y América. El 15 de junio de 1918, cuando los estudiantes tomaron la Casa de Trejo en protesta por la designación del rector Nores Martínez, comenzó a gestarse el «modo argentino» de construir el sistema universitario. Debemos celebrar un sistema universitario extendido, sólido, presente en todas las provincias, con alrededor de 2 millones de estudiantes. Para un país de 44 millones de habitantes, significa que el 4.5 % de su población asiste a la universidad y el 80 % de esos, a una universidad pública. Los principios reformistas son conocidos: participación de los estudiantes en el gobierno, junto a profesores y egresados; autonomía, con sus aspectos docentes y administrativos; libre elección de las autoridades; fin de las cátedras heredadas y selección mediante concursos públicos; limitación temporal de los mandatos docentes, libertad de cátedra, cursos paralelos y libre asistencia a clase, entre otros. Sin embargo, uno de los cambios más significativos fue el comienzo de la vida política y electoral regular en las universidades para los estudiantes y sus agrupaciones.
Entre 2003 y 2015 se buscó que el acceso a la universidad dejara de ser un privilegio para consolidarse como derecho. Si bien en los años 70 del siglo pasado y en el lapso 1989-2002 hubo aumento del número de universidades, el gran impulso fue desde 2003 con la creación de 19 nuevas universidades nacionales. Ahora la pregunta que nos formulamos es ¿Qué universidad queremos? .Como en el mundo avanza la concepción de la educación como mercancía, creemos necesario ratificar los principios y valores de nuestro sistema universitario, construidos en 1918, 1949 y en los últimos años. En tiempos de neoliberalismo y regresividad de derechos en nuestro país y en la región, la universidad que queremos debe mejorar los aprendizajes y elevar la tasa de egresos, además del tiempo que demanda la titulación. Una universidad comprometida con el desarrollo local, regional y el crecimiento industrial, atenta a la estrecha relación entre educación y trabajo, que aporte al conocimiento social a través de sus investigaciones científico-tecnológicas. Una universidad que priorice la transmisión de conocimientos realizada por docentes comprometidos, respetuosos e idóneos, que encarnen la conmovedora frase de Eva Perón cuando decía «que el amor alarga la mirada de la inteligencia». Una universidad que sea responsable frente a los ciudadanos y a la sociedad que la sostiene con sus impuestos. Una universidad verdaderamente democrática supone algo más que cumplir formalidades organizativas; la democracia efectiva acepta la soberanía popular y trabaja para el desarrollo nacional, la justa distribución del ingreso y la igualdad de los ciudadanos. Una universidad que conozca todas las vertientes del pensamiento, pero que se alimente de nuestra fecunda historia nacional, argentina y latinoamericana. Una universidad que forme jóvenes preocupados por las injusticias, con deseos de transformar el mundo y voluntad de comprometerse en acciones solidarias; estudiantes informados, capaces de escuchar, éticos, amantes del diálogo fecundo, protagonistas, democráticos, sencillos. Que se sientan herederos de otras luchas y sueños de sus mayores. Una universidad que sostenga un concepto de autonomía al servicio del pueblo; una autonomía en generoso y sincero diálogo con el Estado. Discutiendo la universidad, fuimos dibujando la patria que queremos. No será la del individualismo, las jerarquías y los prejuicios, la que consiente la persecución política y el disciplinamiento de trabajadores y jubilados, ni la de la desigualdad y la concentración de la riqueza. »Habrá patria para todos o para nadie», decía José Artigas hace 200 años. Eso queremos. Universidad para todos y todas, como soñaron aquellos jóvenes, en Córdoba, cien años atrás.